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En el lado poniente del Tigris, apenas recuperado del control de Daesh, Alÿs se propuso documentar un peculiar juego callejero del que había oído hablar en un viaje previo: un partido de futbol que se realizaba sin balón alguno, en un acto de destreza, imaginación y resistencia por parte de un grupo de jóvenes frente a las bárbaras imposiciones del Estado Islámico. Una expresión de pasión e inventiva que los jóvenes estaban más que deseosos de re-actuar ante la cámara.

Las condiciones en las que germinó este juego fantasmal fueron complejas. El Estado Islámico dictó muchas prohibiciones (haram) en los territorios que ocupaba, como los salones de belleza, dibujar figuras humanas, todo libro excepto el Corán, algunas mascotas y los juegos de azar. Entre éstas, los islamistas también habían pretendido erradicar al futbol en su triple función de deporte, pasión y espectáculo. Los motivos de la prohibición eran múltiples: por ejemplo, la desnudez de las piernas de los jugadores contravenía las normas tradicionales de pudor, y la afición a equipos y jugadores llegaba a constituir una idolatría que violaba el principio de adoración exclusiva hacia Allah, uno de los principales postulados que el Islam pregona y que ISIS interpretó de forma radical y brutal. Ciertamente, los yihadistas llevaban al extremo la desconfianza de muchos musulmanes en el Medio Oriente por el fanatismo hacia el futbol, que como deporte occidental, se percibe como algo degenerado.

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Daesh trató de imponer esa proscripción del modo más enérgico. En enero de 2015, la prensa occidental registró un hecho particularmente horroroso: un grupo de 13 niños de Mosul fueron ejecutados por los islamistas, ante una multitud que incluía a sus padres, porque aparentemente habían sido sorprendidos viendo un partido entre Irak y Jordán de la Copa Asiática. 1

Alÿs realizó su corto en tan sólo dos rodajes de media hora, pues en el segundo día, el juego fue interrumpido por el estrépito de unos disparos, los cuales instantáneamente dispersaron a los jugadores.
 

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El coronel iraquí que lo había conducido a esa calle, donde estaban las ruinas de la estación de radio de los yihadistas extranjeros, recomendó la retirada y lo disuadió de regresar por esos rumbos. Curiosamente, este juego desmaterializado permitió que Alÿs incluyera el futbol en su serie Juegos de niños. La prohibición forzó a los adolescentes de Mosul a reducir el deporte a una práctica casi despojada de herramientas y aditamentos, definida por una autorregulación que no requiere ningún reglamento explícito. 2


 

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Este “futbol prohibido” es un caso particularmente extremo de un conjunto de videos cortos que aspiran a ser un archivo de la forma en que los niños de todo el mundo establecen el juego como una narrativa social compartida, entre otras cosas, porque la tenacidad de sus practicantes resiste la uniformidad de la racionalización capitalista, tanto como el programa del extremismo islámico. Este desafío se expresa a través del orgullo con que estos jugadores portan las camisetas de sus equipos favoritos, a pesar de que debieron desfigurar los escudos y nombres para satisfacer a los iconoclastas.

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Esta obra se encuentra entre las obras más conmovedoras de Alÿs, ya que registra la tenacidad y hondura que contiene un juego, pero también la importancia que estar conectados con el mundo tiene para quienes viven tiempos de tragedia. Ver estas imágenes nos recuerda la dignidad que supone atravesar el peligro y defender los sueños.

Cuauhtémoc Medina
Marzo de 2020, a las puertas de la pandemia



Francis Alÿs, Children´s Game #19: Haram Football [Juegos de niños #19: Futbol prohibido]
Mosul, Irak, agosto de 2017
Color, video, 9’11’’
 
Agradecimientos a la Ruya Foundation, Baghdad y los adolescentes de Mosul
 


 

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Notas al pie:

[1] Véase Quentin Miller, “How Football Survives on Islamic State’s Turf“, Vice, 21 de agosto de 2018 [Originalmente publicado por Vice France]. Disponible en: https://www.vice.com/en_asia/article/d7mp8x/how-football-survives-on-islamic-states-turf. Este artículo sirvió de base a la investigación de Alÿs y fue recomendado por el artista a quien esto escribe.

[2] Respecto a la serie Juegos de niños, véase: Francis Alÿs, Children´s Games, Marente Bloemheuvel y Jaap Guldemond (eds.), Ámsterdam, Eye Filmuseum, 2019, donde se incluye mi artículo: Cuauhtémoc Medina, “A Collection of ‘Innumerable little Allegories’ Francis Alÿs’s Children’s Games”,  pp. 14-23. Un número importante de los videos de la serie Juegos de niños están disponibles libremente en el sitio del artista: http://francisalys.com/category/childrens-games/
 

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Francis Alÿs
(Nacido en 1959, Bélgica; vive y trabaja en la ciudad de México)

Entrenado como arquitecto y urbanista, Francis Alÿs se trasladó a México en 1986 para trabajar con organizaciones no gubernamentales locales. Hacia 1990 se introdujo en el campo de las artes visuales. Su práctica abarca una multitud de medios, de la pintura y el dibujo al performance y el video. Aunque su estudio tiene como sede la Ciudad de México, en los últimos veinte años ha producido un gran número de proyectos con comunidades locales alrededor del mundo, del Sur y Norteamérica, y el Oriente Medio. En Perú produjo un evento donde 500 voluntarios movieron una duna solo unos cuantos centímetros (Cuando la fe mueve montañas, Lima, 2002). Desde febrero de 2016 ha estado comprometido con una variedad de proyectos en Irak, como Color Matching, filmado cuando estaba incrustado con el Batallón Peshmerga durante el cerco de Mosul. Su más reciente película es un largometraje titulado Sandlines (2018-2019), en el que niños de una aldea montañosa cercana a Mosul re-actúan un siglo de la historia de Irak.

 

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#Sala10

A las 9 salas de exhibición del MUAC suma #Sala10, una sala de exhibición desmaterializada. Esta sala será el soporte de exhibición quincenal de una contribución artística contemporánea para ser reproducida desde la página web, en una variedad de formatos digitales. #Sala10 entiende el arte contemporáneo como diseminación de sensibilidad, pensamiento, crítica, poesía, presagio, belleza, conflicto y energía cuya latencia radica en la reproductibilidad de nuestros dispositivos.