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El teatro como ausencia 
Por Jorge Dubatti




A escena en cuarentena
Cuauhtémo­c Medina

¿A qué sabe el encierro? A horror y posibilidad. A pesar de la apariencia de una acción unificada, el encierro que, de modo más o menos disciplinado, abarca dos tercios de la humanidad tratando de evitar el contagio de la pandemia de COVID-19, pone sobre la mesa la diferencia radical de posibilidades y condiciones de los seres humanos, no sólo en términos sociales, geográficos y culturales, sino también en relación a la variabilidad de ánimo y ritmo.

Muchos hemos quedado paralizados y rebasados por la demanda excesiva de obligaciones que este paro forzado ha implicado: la suma de trabajo a distancia, la ansiedad informática y el encierro familiar transforman el paso del tiempo en pesadilla. Sin embargo, otros han tratado de transformar la angustia en invención y significación. Como alguna voz en twitter proclamó: “Queríamos vivir un momento histórico, pero no éste”. Además de no morir, y no dejar morir las partes del mundo que nos conciernen, de advertir todo lo que se necesita para que no perezca el mundo, existe el reto de hacer algo con este tiempo que, de un modo especialmente cruel, es irrecuperable.

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Están, por supuesto, quienes de un modo u otro, han querido dar forma al vacío. Cuando la cuarentena se declaraba en Estados Unidos, durante la primera semana de marzo de 2020, las artistas Ana Tiscornia y Liliana Porter salieron de Manhattan para refugiarse en su casa localizada en la parte alta de Nueva York. En pocos días vieron, como muchos, que su agenda quedaba desierta: compromisos de viajes, exhibiciones y conferencias iban cancelándose, a la par que las cifras de contagiados, hospitalizados y muertos empezaban a dar cuerpo a una catástrofe sin precedente en nuestras vidas. En lugar de quedar ateridas a la televisión y las redes sociales, la pareja de artistas tomó el aire y definió su ruta, como dice un apunte que tomaron el 12 de marzo del 2020: “Nuestra suerte es el arte.”

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Aprovechando su larga colaboración, tanto de vida como de obra, que ha explotado en la última década a través de exhibiciones, conspiraciones y comisiones hechas “a cuatro manos”, decidieron adoptar un formato: escribir “una especie de obra teatral actuada por cada uno desde su casa en teléfonos celulares.” Liliana Porter es una poeta de la épica del fracaso y Ana Tiscornia, una investigadora tenaz de la aporía del modernismo y la utopía. De un modo coherente con la lógica de su trabajo, decidieron escribir una obra de teatro que implicara las condiciones de encierro en que había quedado sumergida la mayor parte de la humanidad. La idea era, como suele ser su práctica, una proposición a la vez osada y divertida: convertir la situación de emergencia, aislamiento y encierro en una poética, y asumir la cuarentena como contexto y como medio.

Su Teatro de primera mano para tiempos nuevos está constituida por episodios cortos que encapsulan una cotidianidad subvertida y que expresan la crisis total que la cuarentena plantea a todo medio escénico. Como las artistas la formularon, la obra pondría “énfasis en la dislocación, el tiempo, la realidad y la ficción”. En un par de días, Tiscornia y Porter compusieron su guion. Pocos días más tarde contactaron por vía remota al videasta Federico Lo Bianco y a la compositora Sylvia Meyer, e invitaron a toda una compañía de actores desmovilizados en sus casas en Argentina a unirse a la producción. En apenas cuatro días de concebir el proyecto, cada uno de los actores participantes filmaba su parte y la obra se completó en menos de una semana.

Los actores debían encarnar situaciones que mostraban el esfuerzo absurdo por dar continuidad a la práctica del teatro, la música, la declamación y la danza en ausencia del espacio común. Los episodios constituyen, al mismo tiempo, una comedia y un drama: la puesta en acto de un arte escénico que explora con humor y oportunismo su asfixia y agonía. A la vez sugieren que cada uno de nosotros, atrapados en nuestra cárcel personal y asomados al mundo por medio de los dispositivos y las pantallas, nos hemos reinventado como parte de una inmensa compañía de teatro de carpa sedentaria. Gitanos y cirqueros sin orquesta ni caravana que hacen válido segundo a segundo un lema que también es de resistencia: “El show debe continuar”.

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Liliana Porter y Ana Tiscornia, Teatro de primera mano para tiempos nuevos, 2020
Esta obra se realizó en marzo, entre Buenos Aires, New Paltz y Rhinebeck
Video, 21’ 31’’

Guion y dirección: Liliana Porter y Ana Tiscornia
Actuación: Florencia Alonso, Patricio Aramburu, Javier Drolas, Juan Pablo Garaventa, Lucía García Puente, Valeria Lois, Sabrina Macchi, Horacio Marassi, Alejandro Vitello, Sergio Vitello
Música: Sylvia Meyer
Edición: Federico Lo Bianco

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LILIANA PORTER 
(Buenos Aires, 1941; vive y trabaja en  New York)
Es profesora emérita de City University of New York, Queens College. Su trabajo se desarrolla en distintos medios: gráfica, obra sobre tela, fotografía, video, instalación, teatro y arte público. Su obra formó parte de la 57 Bienal de Venecia, 2017 y ha sido exhibida internacionalmente en numerosas muestras de galerías, instituciones y museos, que incluyen el  Museo Tamayo (Ciudad de México), MoMa y Whitney Museum of American Art (Nueva York), MALBA (Buenos Aires), Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (Madrid) y The Museum of Fine Art (Boston). 

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ANA TISCORNIA
(Montevideo, 1951; vive y trabaja en New York) 
Es profesora emérita de State University of New York, Old Westbury College. Trabaja en distintos medios, entre ellos obra sobre papel, pintura, instalación, gráfica, video, escultura, teatro y arte público. Su trabajo ha sido motivo de numerosas exposiciones, que incluyen el Museo Gurvich (Montevideo), Josée Bienvenu Gallery (Nueva York), Alejandra Von Hartz Gallery (Miami) y Galería Nora Fisch (Buenos Aires). Representó a Uruguay en las II y IX Bienales de La Habana y en la III Bienal de Lima.