Incompletitud programática.
Una conversación entre Kader Attia y Cuauhtémoc Medina

Cuauhtémoc Medina (CM):
Siento que este diálogo debe comenzar por aclarar los motivos de la proyección de Reflecting Memory [Memoria refleja], que están lejos de ser una mera rutina artística. En marzo pasado, compartiste conmigo un notable correo electrónico de una psicoterapeuta rusa radicada en Ucrania. Ella deseaba saber dónde ver Reflecting Memory en un momento en que el Imperio Ruso pretendía abrir todo tipo de heridas al invadir Ucrania, que evidentemente aparecía como una especie de “miembro fantasma” del imperio soviético. Su petición fue realmente conmovedora: quería mostrar la película a sus amistades en Ucrania, justo en medio de la guerra. Esta ciudadana rusa había visto tu obra en el Museo Ludwig en Coblenza tres años antes. No dejaba de pensar en tu película cuando reflexionaba sobre “el trauma colectivo, la herencia soviética, los regímenes fascistas, etc.”. Como señalaste en tu mensaje, su súplica demostró vívidamente “por qué necesitamos el arte más que nunca”. Mi respuesta fue pedirte de inmediato transmitir el video desde esta plataforma. ¿Te gustaría comentar algo más sobre el intercambio con la psicoterapeuta rusa y cómo se conecta con la historia y las historias en torno a Reflecting Memory?

Kader Attia (KA): Tanto por su carácter anónimo como por la ruta que ha seguido para llegar hasta aquí, este mensaje me ha causado una fuerte impresión. En primer lugar, la iniciativa de una persona anónima, una persona a la que no conozco, hace que la esperanza de este mensaje se asemeje a la de los mensajes encontrados en botellas arrojadas al mar, para ser leídos, durante una de las dos últimas guerras mundiales. La fuerza del contenido de estos mensajes también está ligada a la supervivencia del mensaje, a pesar de todos los obstáculos que tuvo que sortear la botella. Ello, con internet, puede hoy parecer obsoleto; sin embargo, es posible que este mensaje nunca hubiera llegado a su destino. En una época en la que el espacio ha sido abolido y las distancias reducidas por las tecnologías digitales, el tiempo también se ha reducido, y por nuestra desconfianza hacia el spam y el poco tiempo que el capitalismo deja para la libertad de nuestra atención, somos el mayor obstáculo para leer los correos de extraños. Este mensaje enviado merece nuestra atención… La otra fortaleza de este mensaje es que visibiliza lo invisible en una obra de arte: la película Reflecting Memory, que ha dejado un espacio de posible encuentro entre distintos sujetos de una experiencia traumática colectiva en la memoria de la autora de este mensaje. Los efectos de una obra de arte en el público son a menudo invisibles, especialmente para el artista (excepto para los músicos y cantantes, los actores de teatro y los bailarines, quienes están en contacto directo con el público en la experiencia de la obra representada en vivo). Con las artes visuales, es raro experimentar la impresión en vivo de la obra por parte del público. Por eso, el recuerdo que la autora busca reactivar para que brillen las diferentes historias traumáticas de las experiencias rusa y ucraniana hace excepcional este mensaje. El uso de la palabra “espejo” aquí refuerza la metáfora producida por el verbo “espejar”, es decir, hacer visibles las heridas invisibles y aprender a mirarlas. La dimensión traumática de lo invisible, de las heridas invisibles individuales y colectivas, hace compleja su reparación… No digo que lo visible sea terapéutico, sino que las heridas invisibles colectivas e individuales acechan a nuestras sociedades traumatizadas y que no tenemos las herramientas (y tal vez el valor) para tratarlas. Son complejas porque sus síntomas son dolorosos, furtivos y hacen esquiva la herida. De ahí la casi imposibilidad de “repararlas”. Una de las psicoanalistas lituanas entrevistadas en la película, la profesora Grazina Gudaité, dice que lo peor que se puede temer de una sociedad traumatizada es un complejo de inferioridad. Este complejo es invisible pero siempre presente en algún lugar de todas las sociedades traumatizadas por otras, cultivando el terreno para el fascismo…

CM: En ese sentido, un momento clave del video es la intervención de Fethi Benslama, quien sugiere que la forma en que las comunidades humanas tienden a referirse a un “cuerpo común místico” nos permite pensar en la forma en que también se relacionan los “miembros fantasmas” políticos con la historia de la pérdida y el trauma en las sociedades contemporáneas. Además de la manera seductora en que explica cómo administramos la presencia de los muertos como parte de nuestro tejido social, nos advierte sobre las consecuencias de la manera en que se escribe la historia, en cuanto a plantear un pasado que necesita ser recuperado, eludiendo la tarea de elaborar la pérdida. Se refiere, en particular, a la forma en que el intento de restaurar el califato y el imperio parece rondar las narrativas islamistas, en relación con la pérdida del Imperio Otomano y la historia del nacionalismo árabe. Uno sentiría que una parte significativa de la política mundial contemporánea aparece inscrita en esas observaciones.

KA: Si consideramos el carácter imperialista de la invasión de Rusia a Ucrania, en efecto nos encontramos muy cerca de lo que Fethi Benslama describe como la recuperación de la pérdida de un imperio, con la particularidad de que se despliega contra otro imperialismo, el del imperio estadounidense. La radicalidad de este discurso y acto neocolonial imita a otro imperialismo, que a su vez se basa en la agencia bélica del capitalismo. Basa la renovación de su sociedad en la mímesis de una expansión imperialista antagónica a la del comunismo que experimentó, utilizando la retórica de la reapropiación de una soberanía de este cuerpo místico, individuando a los sujetos que lo componen, mediante la narrativa dislocada de la historia de la que son objetos. En otras palabras, la escritura de la historia contemporánea cimienta la conciencia colectiva de pertenencia a este cuerpo místico de la comunidad. Esto está relacionado con un pensamiento muy importante de Jacques Lacan que Fethi Benslama citó una vez en un artículo. Al hablar del futuro del misticismo en el siglo XXI, Jacques Lacan dijo una vez que el siglo XXI será científico y no religioso, y que la globalización de la economía capitalista, impulsada por el universalismo propugnado por el discurso moderno, producirá una contrarreacción segregante. En efecto, al pasar de una modernidad inicial a una segunda y finalmente a una tercera, el sujeto humano creció en un mundo en el que tenía pocas posibilidades de trabajar en una profesión diferente de la de sus padres y, en el mejor de los casos, a unos pocos kilómetros de donde se había criado, en sociedades claramente diferentes a otras, ya fueran del sur o del norte, de la ciudad o del campo. En un mundo globalizado en el que la diferencia entre vivir en Hong Kong, Moscú, París o Nueva York ya no es tan marcada como hace dos siglos, y en el que las oportunidades profesionales están cambiando a un ritmo exponencial, la desagregación social y geográfica que las acompaña produce un deseo de resegregarse en el sujeto humano. Un repliegue en sí mismo y un repliegue en la propia identidad, que crean la fuerte escisión característica de nuestro tiempo, y cuyo individualismo, como contrarreacción a la violencia del universalismo, concepto impuesto por la modernidad, es la palanca del capitalismo de consumo, en sí mismo una fuerza imperialista sin igual. Es posible que la fuerza de los movimientos islamistas radicales recientes sea una de las formas que toma esta necesidad de “resegregación”, consecuencia de la globalización universalista del capitalismo abrazada por todas las ideologías hegemónicas, como el comunismo, el islam político, etc. Fethi Benslama, quien lleva años trabajando con sujetos musulmanes muy radicalizados, deduce que ese deseo de resegregación produce también un individualismo violento, el de los lobos solitarios que llevan a cabo ataques suicidas, a veces reivindicando ser islámicos, a veces cristianos y a veces de otras creencias…

CM: Me preguntaba sobre la imagen que sigues desarrollando en Reflecting Memory: el uso de un espejo para reconectar al sujeto con el miembro faltante, para deshacer el fantasma. Me encantaría preguntarte cuál es el significado del “reflejo” en tu obra, dada la importancia que tienen los espejos en las máquinas visuales que realizas, de la instalación Holy Land [Tierra Santa, 2006] en las playas que reciben inmigrantes en la costa española a la serie Mirrors and Masks [Espejos y máscaras, 2005] y al interminable abismo bibliográfico de The Light of Jacob’s Ladder [La luz de la escalera de Jacob, 2013] en la Whitechapel Gallery. Más que un recurso material, me parece que tu fascinación por el espejo supone un momento de examen alucinatorio, en cuanto a la visión de una identidad destrozada y reparada implícita en tus espejos zurcidos, ya sean de tela o de vidrio.

KA: Aquí, nuevamente, podríamos evocar a otro psicólogo, Henri Wallon, quien inspiró el trabajo de Lacan sobre los niños y sus reflejos en el espejo. El estadio del espejo es una etapa del desarrollo psicológico en la que ver su imagen reflejada lleva al niño a tomar conciencia de su cuerpo y a distinguirlo de otros cuerpos. A partir de los cinco años, el estadio del espejo completa la visión del cuerpo individual total para el niño. A partir de la imagen de su cuerpo como infinito y fragmentado, el niño, gracias al estadio del espejo, descubre que es un todo, o más bien que sus miembros y él mismo son una sola persona. El estadio del espejo hace que la percepción del cuerpo del sujeto que vive su transición pase de un estadio fragmentado a una fase de totalidad: el estadio del espejo es de reparación. El reflejo es cambiado por una disposición que lo liga para siempre a lo que refleja, como la sombra está ligada al objeto iluminado. En ocasiones es un elemento furtivo, incluso abstracto, a veces un complemento figurativo y estático, pero en ambos casos es siempre inherente a aquello que lo nutre. Me obsesiona la multitud de papeles que desempeña la reflexión; a veces como sombra, otras como complemento, en ocasiones como un fragmento, pero, aun siendo esquivo, el reflejo es una prótesis virtual; y como el esquivo objeto del deseo, se pierde para siempre… Esta función protésica caracteriza la naturaleza humana al proyectarse fuera de sí, lo que se asocia con la techné y la naturaleza. El reflejo es la primera imagen tecnológica producida por el sujeto humano. Esta proyección es tal vez impulsada por el deseo del objeto. La experiencia del espejo tiene un papel fundamental en la inserción del sujeto humano en la sociedad tecnológica a la que pertenece, desde la más temprana invención de las herramientas. Unifica un cuerpo dislocado y pre-reparado (la percepción de este cuerpo) en un sujeto. El espejo ha marcado mi historia individual por medio de los mitos que se le asocian y de la violencia física que ejercen los fragmentos del espejo roto. Cuando tenía dos o tres años, fragmentos de espejo cortaron las plantas de mis pies: un recuerdo bastante antiguo, ya que mi hermana me tomó en sus brazos para llevarme a casa cuando ella solo tenía once años. Y luego están los espejos de la casa que, cada noche, mi madre cubría con un paño opaco o volteaba hacia la pared, por temor a que los malos espíritus salieran y se apoderaran de nuestros cuerpos durante la noche. El espejo es inherente al cuerpo… Es la prótesis física del cuerpo imaginario. En Reflecting Memory, muestro esto. El espejo se convierte en la prótesis imaginaria del miembro perdido. Es esta doble ausencia-presencia que caracteriza la acción del espejo la que hace de este fascinante objeto el producto más antiguo y eterno de nuestra naturaleza protésica como ser capaz de proyectarse fuera de sí mismo en el mundo por medio de lo que Sócrates llamó techné. La analogía entre la imagen virtual producida por el espejo y la tecnología virtual actual es tanto más relevante cuanto que es la continuidad por medio de la imagen. Aunque con una particularidad preocupante, y es que la agencia que lo motiva hace que se aleje cada vez más de nosotros. Más que nunca, el objeto (del deseo) se pierde para siempre.

CM: Existe un detalle significativo en el video que uno sólo detecta después de verlo varias veces. Siempre hay un reflejo incompleto en las escenas de personas que sufren de amputaciones. ¿Tengo razón al sentir que tal incompletitud es programática, que corresponde a la noción de que, incluso en términos de creación de imágenes, la reparación debe ser un reconocimiento y, en cierta medida, una reelaboración ética y estética de la cicatriz?

KA: Sí, siempre hay un reflejo incompleto en las escenas de personas que sufren de amputaciones. Es a propósito. Tienes razón al pensar que tal incompletitud es programática. Y creo que hay algo que está más allá y delante de nosotros: la comprensión hermenéutica humana del movimiento entre “lo pre-reparado y lo post-reparado”, que une la herida y la reparación en una asociación imposible. Por ello me gusta pensar que reparar es un oxímoron. Es una carrera entre los estados de cosas heridos y reparados, que están condenados a correr interminablemente unos tras otros. Siempre que pensamos en reparar, estamos pensando en una herida.