En los últimos años del siglo XX, Santiago Sierra formuló una práctica que, más que exponer conceptos de obras de arte o relaciones escultóricas fenomenológicas, confrontaba al espectador con actos de sumisión derivados de la explotación salarial.

Con Línea de 30 cm tatuada sobre una persona remunerada (1998) y Desmontaje y montaje de un lavamanos (1998) instituyó una forma de intervención social que consistía en la contratación de acciones sin utilidad ni justificación práctica, en ocasiones incluso degradantes, como modo de producción artística. La radicalidad de esos procedimientos puso en evidencia las condiciones de ausencia de libertad del capitalismo contemporáneo, acentuadas por la miseria y la explotación prevalecientes en el país de donde Sierra había migrado años atrás.

La más ambiciosa de las “acciones remuneradas” tempranas de Sierra fue la organizada en el Museo Tamayo de la Ciudad de México: contrató, por medio de una empresa de servicios, a 465 varones de entre 30 y 40 años para que aparecieran parados como objetos de exhibición. La obra proyectó la práctica de Sierra a una nueva forma de crítica institucional, ya que confrontó a un público mayoritariamente pequeñoburgués con la sensación de sus temores de violencia de clase, raza y sexo. En el registro austero de la acción, el artista consigna la forma torcida en que la compañía de contratación obtuvo a los participantes. Con todas sus contradicciones, la provocación de esta obra es ya un referente del arte contemporáneo.


SANTIAGO SIERRA (1966)
465 personas remuneradas. Museo Rufino Tamayo, Sala 7. México D.F. Octubre de 1999, 1999
2 impresiones. Fotografía b/n
En proceso de donación por Francis Alÿs de Smedt, 2019