Las obras de esos años logran reivindicar el trabajo textil, asociado históricamente a la manufactura femenina, e introducirlo en un contexto artístico. Se trata de esculturas sexualizadas, que de forma ambigua expresan fuerzas corporales femeninas, en términos de pliegues, oquedades y dobleces, como genitales sin cuerpo.

Cascada es la instalación más importante de ese periodo y una de sus obras decisivas: una emisión del deseo femenino que explora nuevas maneras sensoriales de representar el cuerpo. Expuesta en 1978 en el Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México, esta enorme instalación intervino el espacio mediante el despliegue de un torrente de tubos traslúcidos de medias blancas de nylon que albergaban pequeños nódulos afelpados. Su montaje desafió la museografía de entonces al ser una obra que carece de estructura rígida: se ancla al techo, se desborda, fluye —de manera similar a un impulso eyaculatorio— y desemboca en el piso. La propia artista expresó años después en una entrevista: “Yo veo Cascada como un río de espermatozoides”.


MARTA PALAU (1934)
Cascada, 1978
Instalación. Nylon y fibras textiles
Adquisición, 2005