Por ello, Razo interpretó los fetiches de la llamada “salinofobia” como un acto colectivo de brujería y se apuró a formar una colección con los cientos de juguetes, piñatas, impresos, ropa e imágenes con gestos antipresidenciales que emergieron de la furia de la sociedad por el fracaso de la llamada “modernización”. Así, para la primavera de 1995, Razo acondicionó su colección en el cuarto de baño de su departamento, y proclamó la inauguración del Museo Salinas abriéndolo al público.

Razo declaró: “Si Duchamp había metido un mingitorio en el museo, había que meter el museo en el baño”. Su museo era una especie de ready-made invertido, que remedaba a la institución cultural usurpando su jerarquía. Razo se autonombró director, fundador, vocero, conservador y jefe del patronato de esa institución fantasma. Su actuar quedó definido por la redacción de una “Disposición orgánica y estatutos” del museo que culminaba con el eslogan: “DEJAR DE HACER READY-MADES Y HACER MUSEOS”.

Por tres años, el funcionamiento del Museo Salinas encarnó una crítica institucional alternativa: una institución enfocada en la desestabilización de la legitimidad política y cultural, pero también como extrañamiento ante la supuesta neutralidad del arte contemporáneo.


VICENTE RAZO (1971)
Museo Salinas, 1996
364 piezas. Piñatas, máscaras, fotografías, libros, revistas, periódicos, calcomanías, audiocasetes, discos compactos, tazas, paquetes de chicles, miniaturas en vidrio, juguetes de plástico y figuras de plomo
Adquisición, 2007