Vértigo
Enrique Guzmán
A los 30 años, Enrique Guzmán logra cierta consolidación en su estilo pictórico, así como la atención de galeristas y críticos locales. Dicho estilo reunía apropiaciones del surrealismo y del dadaísmo en el uso de referencias y técnicas, así como una versión muy particular del arte pop cruzado con referencias irónicas sobre la religión y la identidad mexicana, elementos que posteriormente fueron inscritos bajo la etiqueta del llamado neomexicanismo.
Olivier Debroise señala en la obra de Guzmán la presencia de “metáforas verbales visualizadas”, mientras que Teresa del Conde alude a un acceso constante a “su propio laberinto”. Vértigo es una obra que, en la última fase de su producción, contrapone su estilo anterior para confrontarnos con arquitecturas imposibles e íntimas. Carlos Blas Galindo describe este momento de su producción como “una serie de estructuras tectónicas en las que, entre otros asuntos, alude a las modificaciones perceptuales de lo espacial y de lo temporal mediante el uso de drogas”. Ésos elementos confieren a la obra un cierto sentido de drama existencial: este interés en la vida errática y sus comportamientos explosivos ligan a Guzmán con preocupaciones generacionales inscritas en la literatura de la Onda, textos que hablan de rock, ruptura generacional y uso de sustancias, como los de Parménides García Saldaña y José Agustín.
ENRIQUE GUZMÁN (1952- 1986)
Vértigo, 1975
Óleo sobre tela
Adquisición, 2007