Path to the Stars
[Camino a las estrellas]
Marissa J. Moorman


Path to the Stars sigue un río, el Cuanza. La película es en sí como un río que se alimenta de varias fuentes, pero que a su vez se hace camino por sí mismo. Combinando en partes iguales aspectos cinemáticos y teatrales, Path to the Stars narra una historia de la lucha por la independencia de Angola en el río, con las palabras proferidas por Carlota, una guerrillera, una mujer, que nunca se nombra, pero se encarna en la actriz Renata Torres.[1]

Una fotografía
Carlota vivió y murió durante la independencia de Angola. Sabemos de ella gracias al relato del periodista polaco Ryszard Kapuściński sobre la independencia de Angola, Un día más con vida. La única fotografía que existe de ella proviene de este libro. Poco tiempo después de conocer a Carlota y tomarle la fotografía, ella murió en una emboscada. No sabemos su apellido; en realidad, no sabemos nada de ella. Las fuentes son fragmentarias e incompletas; nos dejan un rastro, pero no ofrecen nada concreto para profundizar nuestro conocimiento sobre ella. Tal como los niños inflan pompas de jabón, De Miranda le infunde vida a la fotografía para crear una posible historia que flota a lo largo de un río en su camino hacia las estrellas… a otros lugares, a otras formas, a otros futuros.

Caminos
Mónica de Miranda y Yara Nakahanda Monteiro escribieron el guion de la película, en línea con las obras del escritor angoleño José Luandino Vieira y la poetisa portuguesa Cláudia R. Sampaio. Inspirada parcialmente en el libro de Vieira, O Livro dos Rios (2006), la película es un acto de licencia poética con fundamento histórico, quizá un ejemplo de lo que Saidiya Hartman llama “fabulación crítica”. Como las plantas del río con frágiles raíces que se mecen alrededor de Carlota, flotando como Ofelia en el río, estos retoños de imaginación explican las experiencias de quienes se han visto marginados de los recuentos históricos oficiales. La historia echa raíces en arenas movedizas, bajo el agua en movimiento, y se extienden hacia la luz. De Miranda le da una nueva vida a Carlota.

Vieira comienza el libro con una dedicatoria, un tributo y un epígrafe. Son actos textuales que, como una libación, recuerdan a los ancestros y saludan a los interlocutores. Él dedica su libro a aquellos con quienes estuvo en la Colonia Penal de Tarrafal en Cabo Verde por actividades anticolonialistas, luego como tributo (o como él lo llama: “una retribución”) a Langston Hughes y finalmente una inscripción de las palabras de Nzinga Mbande (la Reina Nzinga) de Ndongo y Matamba, tal como lo cuenta el conquistador e historiador portugués António Oliveira Cadornega. La película de Mónica de Miranda abreva de estas capas históricas.

Como el afluente de un río, Vieira se mueve a través de las primeras líneas del poema de Hughes The Negro Speaks of Rivers [El negro habla de los ríos]: “I‘ve known rivers:/I’ve known rivers ancient as the world and older than the flow of human blood in human veins” [He conocido ríos:/He conocido ríos antiguos como el mundo y más viejos que el caudal de sangre humana en venas humanas]. Vieira comienza: “I’ve known rivers. I’ve known rivers ancient as the world, full of inhuman blood” [He conocido ríos. He conocido ríos antiguos como el mundo, llenos de sangre inhumana]. Carlota dice estas palabras al principio de la película. Hughes habla de ríos que nutrieron civilizaciones —el Éufrates, el Nilo y el Congo— y de un río que simboliza el entrelazamiento de la deshumanización y la industria —el Mississippi—. Éste es un río que también fue un gran conducto de la cultura afroamericana.

Para Vieira y De Miranda, el río es el Cuanza. Con su nacimiento en Bié, una provincia oriental de Angola, el río se dirige hacia el norte y luego gira hacia el oeste para, finalmente, desembocar en el Atlántico. Si el mito de la nación portuguesa está recubierto por la historia de la navegación de los océanos, convertida en épica en la epopeya de Luís de Camões Os Lusíadas, Vieira nos lleva a los ríos, los caminos desde y hacia el interior de Angola, para volver a enmarcar la identidad nacional de Angola en los lugares donde se pelearon las guerras por la soberanía y en contra del dominio extranjero, donde la cultura gira mientras que nunca se olvidan las conexiones con otras tierras, ríos y civilizaciones, así como la historia violenta que Hughes, Vieira y De Miranda nos piden que imaginemos juntos.

Vieira cita a Nzinga Mbande y nos recuerda que la “fabulación crítica” de Hartman tiene precedentes muy antiguos:

<<In dubio chronichae, pro fabula…>>

Dizem que disse — assim mesmo, em latim — Njinga Mbandi, rainha, a António de Oliveira de Cadornega, historiador, na comprovada presença de Frei Giovanni Antonio di Montecúccolo, o Kavazi.

Na nossa cidade de Santa Maria de Matamba, aos dezessete dias do mês de Dezembro de 1663, dia de Santa Olímpia Viúva.


Estas escasas líneas capturan el problema de la historia. La cita en latín, proferida por Nzinga Mbande, modulada por la dicción angoleña contemporánea de Vieira: “assim mesmo, em latim” y escrita por Cadornega, tal como lo presenció el sacerdote italiano Cavazzi/Kavazi (de nuevo, una retranscripción angoleña de su nombre), recrea la transición de lo oral a lo textual como el acto de una crónica. El escritor interviene para recuperarla del pasado y la pone en uso del presente para imaginar, para contar los recuerdos de quienes no escribieron los libros de historia oficial. En este caso, los guerrilleros.

De Miranda hace uso de innovaciones fílmicas. La escena inicial en el río es un guiño tanto a Vieira como a Sarah Maldoror, la primera cineasta de la lucha por la independencia de Angola (oriunda de Martinica), que interpretó A Vida Verdadeira de Domingos Xavier de Vieira en la película Sambizanga, cuya protagonista es María, la esposa de Domingo, y no este último. Sambizanga abre en un río, aunque está en una catarata, lleno de la celeridad y brusquedad del agua. El título de Mónica de Miranda hace eco de la película del artista visual António Ole, On a Path to the Stars [En el camino a las estrellas] (1980), un homenaje poético a Agostinho Neto, el primer presidente angoleño y poeta. Tanto Ole como De Miranda toman prestado el título de sus obras de uno de los poemas de Neto.

Elementos
De Miranda construye Path to the Stars a partir de esta base diversa. Como Maldoror antes que ella, ofrece una respuesta a la pregunta de Maria Calafate Ribeiro: “¿Y ahora, José Luandino Vieira? ¿Dónde están las mujeres, las creadoras de las nuevas generaciones?” (2012). Exactamente cincuenta años después de la película de Maldoror, la perspectiva de Mónica de Miranda es diferente, pero también es una intervención feminista negra. No explica la lucha anticolonial, se da por sentada, pero la reinventa. A diferencia de Maldoror, éste no es rodaje narrativo, sino una reflexión de imágenes en movimiento, de sonido y de palabras de una artista visual angoleño-portuguesa tenida en muy alta estima.

El trabajo visual de Mónica de Miranda pone en movimiento su técnica de fotografía fija con un resultado magnífico. La profundidad de campo es balanceada. Los actores hacen una pausa. La obra es tranquila, pero nunca lenta. En una mesa, Carlota y su Sombra (interpretada por Sunny Dilage) están sentadas lado a lado, la primera en una bata blanca, la segunda en un vestido negro de cuello alto, victoriano y rígido. Con el rostro hacia el río y sin expresar algo, comen corazones rostizados. La expresión inglesa eat your heart out [muérete de envidia] significa “mírame y ten envidia”. Esta escena representa otra cosa. Trágate tu corazón. Deja atrás el temor, aparta las emociones y mira hacia adelante.

En esta escena, Carlota aparece doble: joven y vieja, blanca y negra, noche y día. El uso que Mónica de Miranda hace de los gemelos dobles y a veces triples le pide a los espectadores que cuestionen el tiempo, la diferencia y la semejanza. Una anciana guía a una joven, quien descansa en su regazo. Tres mujeres jóvenes danzan alrededor del fuego y se mantienen inmóviles, regresando la mirada a la cámara, sus largas trenzas entrelazadas como cadenas de flores. Tres mujeres: una astronauta, la anciana y Carlota encarnan diferentes generaciones mientras su diálogo entreteje el pasado y el futuro.

Los elementos teatrales son antinaturalistas. En lugar del realismo que absorbe a los espectadores en la historia, las tomas fijas que se mueven con lentitud dirigen nuestra atención a la relación entre el ser humano y el mundo de la naturaleza. Los actores pronuncian líneas que se acercan más a la recitación poética que a la conversación. Entonces nos preguntamos: ¿de qué manera actúan los humanos en una guerra?, ¿de qué manera actúan las mujeres para hacer realidad futuros diferentes?

El color y los vestuarios son elementales: blanco, negro, azul y de camuflaje. Nunca vemos una bandera y los colores asociados con el MPLA [Movimiento Popular de Liberación de Angola] —rojo, negro y amarillo— no aparecen. Sin embargo, aunque no podemos ubicar los rastros de la bandera en los colores, sí podemos hacerlo en la forma, en el horizonte, esa “línea estrecha que divide”; en la estrella o estrellas del título; en las ambiciones de la astronauta, y en los mapas astrológicos de dos soldados.

El trabajo de sonido del artista Xullagi es fundamental para la fuerza de la película. Está en capas y distorsionado, dobla el tiempo y nos transporta a través del espacio. Los elementos no diegéticos predominan, de nuevo, ofreciendo un antinaturalismo que tira de nuestra conciencia. Escuchamos emisiones de radio: el sermón de un pastor afroestadounidense y las transmisiones del lanzamiento de un transbordador espacial. Los sonidos introducen el mundo exterior y enmarcan la historia en la segunda mitad del siglo XX: la época del movimiento por los derechos civiles en EE. UU., de la exploración espacial, de la descolonización y del lenguaje diferenciado de un movimiento de liberación nacional que habla lenguas autóctonas para burlar a la milicia portuguesa.

La película es impulsada por dos personajes principales: Carlota y el río Cuanza. No obstante, cuando vemos a Carlota sumergida, estos personajes suelen operar a diferentes velocidades. Carlota se mueve lenta, sus rasgos son relajados, su mirada distante. El río resuena de vida dentro y a lo largo de sus orillas con una vegetación tupida. La gente y sus historias son temporales, pero el río perdura. Vemos a Carlota y a su Sombra en un bote pequeño, quieto ante un fondo que se mueve con rapidez.

El río y el agua evocan temporalidades antiguas que se repiten y crecen como torbellinos, desafiando las teleologías triunfantes del discurso político. Exigen que estemos presentes con ellos o nos sobrepasarán. El río es un maestro, nunca un aprendiz.

Estrellas
Las estrellas son luz de un tiempo diferente. Registran la esperanza, marcan la distancia y otros mundos. Path to the Stars habla de la lucha por la independencia de Angola, pero su relación con el tiempo cronológico es ambivalente. Fluimos con el río y Carlota durante tres actos en un día y el comienzo del siguiente. Dos radios, un espejo enmarcado en plástico, una astronauta y el camuflaje de un soldado son los únicos indicios de un momento histórico en específico. Otras temporalidades coexisten: pasado, presente y futuro a la vez, el tiempo astrológico y las estrellas en el cielo y bajo los pies de Carlota.

Lo que una vez fue ya no existe. El paisaje borra tanto como ambienta la escena. Un edificio en ruinas es un recordatorio visual explícito del cambio y el deterioro. La vegetación exuberante es más furtiva. Si el río marca la tierra como una cicatriz y como un tatuaje, la vegetación esconde los indicios de la guerra. El presente puede sobrescribir el pasado, pero en el presente: “cuando recordamos, no es con la memoria, sino con su futuro”. La memoria es una forma del futuro del pasado. Aun así, Carlota nos advierte: “cuando visites el pasado, límpiate los pies”, pues debemos imaginarnos otros presentes y otros futuros.

Las estrellas titilan un futuro incluso mientras nos hacen llegar una luz que las abandonó hace mucho tiempo. Las estrellas están en la confluencia de la ciencia y la magia, en el centro del tiempo cosmológico, el tiempo del universo. La astronauta encarna esta visión y deseo dirigidos hacia el futuro en Path to the Stars recordándonos al africano afrofuturista, así como a las chispas dispersas. Dos soldados estudian el mapa astrológico de la nación china (una nación con una bandera moteada por estrellas). La precisión militar debería medir la distancia entre “la conciencia y la oscuridad” y “el odio”. Los soldados analizan el mapa como si fuera el mapa de pasados y futuros, espiritual y mundano. Uno le dice al otro: “nos transportaremos de aquí hasta ahí y más allá. Estos siglos han sido una fase intermedia”.

La historiadora y académica de fotografía Patricia Hayes describe las fotografías del movimiento de liberación de Zimbabue como si estuvieran hechas en “tiempo futuro”. La película de Mónica de Miranda perturba esas certezas. Como dice Carlota: “No hay manera de descifrar el tiempo”.


*Texto publicado previamente en No longer with the memory but with its future, Lisboa, Hangar Editions, 2022, pp 40-55.

[1] La guerra anticolonial de Angola comenzó en 1961 y se extendió hasta el 25 de abril de 1974, cuando los altos mandos militares portugueses (que sostenían guerras en Angola, Mozambique, Cabo Verde y Guinea-Bisáu) derrocaron el estado. El Movimiento Popular de Liberación de Angola declaró la independencia el 11 de noviembre de 1975; sin embargo, el país rápidamente entró en una guerra civil. Los bandos contrincantes firmaron acuerdos de paz en Luena en abril de 2002.