No hay lugar como el hogar

Una conversación entre Simon Gush y Alejandra Labastida



Alejandra Labastida (AL): He vuelto a ver el video y muchas de las preguntas y paradojas que han estado flotando en la atmósfera del planeta durante los últimos meses se condensan allí, no sólo en tu guion sino en el diálogo visual entre las salas de tu departamento y las calles más allá de tu ventana en el centro de Johannesburgo. Pero la situación específica en la que te encontraste al comienzo de la crisis está muy cargada en muchos niveles. Al tener que decidir dónde vivir el confinamiento, tuviste que decidir entre tu familia y país, y otras relaciones activas de cuidado y amor. Hablas de algún tipo de remanente nacionalista que no sabías que operaba en ti y que te empujó a elegir el cuidado del Estado. De repente, tus decisiones de vida sufrieron un cambio de escala. Creo que lo que estamos viviendo es en buena medida un problema de escala. La historia que nos contamos cambia completamente si piensas en preservarte a ti mismo, a tu familia, a la población de tu país, a la economía de tu país, y el alcance abarca incluso la supervivencia de la vida en la Tierra. Y dado que las historias, como insiste Donna Haraway, son la forma en que continuamos entre nosotros, ¿en qué escala estabas operando principalmente para tomar decisiones?

Simon Gush (SG): Trataré de narrar un poco cómo se desarrolló la experiencia, pero no estoy seguro del orden de cómo sucedieron las cosas. Uno de los resultados del confinamiento es el colapso de un cierto sentido del tiempo. Cuando decidí irme de México, Sudáfrica tenía un confinamiento moderado. Nuestro número de infecciones seguía siendo muy bajo. No tenía idea a lo que iba a regresar. Los primeros días tuve jet lag y me apresuré a buscar comida y suministros. Esa primera semana fue difícil, pero estaba bien, ajustándome a la situación. Paso mucho tiempo en casa trabajando y no lo sentí tan diferente. Leía sobre la violencia de la policía y los militares en el periódico y eran visibles en las calles, pero aún no había procesado las implicaciones de esto. Cuando regresé, había decidido que después de volar a través de Nueva York, debía ponerme en cuarentena durante dos semanas y no salir de la casa para nada. A la tercera semana comencé a tener vislumbre de la violencia, ahora en la calle afuera de mi ventana, no sólo en el periódico. Cuando finalmente dejé la casa para ir a las tiendas, vi de primera mano con cuánta dureza el confinamiento y su economía estaban afectando a las personas en mi zona. Al mismo tiempo, comenzaba a sentir el peso de la soledad. Sentía lo que significaba estar aislado de una relación de cuidado, ser cuidado por alguien y cuidar a alguien más. Me convencí de que el confinamiento tenía que terminar, el daño era demasiado grande, simplemente tendríamos que lidiar con el virus. Estaba seguro de esto hasta que hablé con mis padres. Había hablado con ellos antes, ya durante el confinamiento, pero de repente me sentí increíblemente preocupado por ellos y su vulnerabilidad. La repercusión de ese conflicto, de desear que terminara el confinamiento pero de que mis padres estuvieran protegidos, rompió mi capacidad de crear una narrativa de lo que estaba sucediendo, de comprender lo que estaba experimentando. Quería y sigo queriendo de manera instintiva que el Estado arregle esto, que nos guíe y nos dirija a través de esto, aunque sé que eso es pedir demasiado. La policía es incapaz de realizar la tarea, y el gobierno sabía que habría violencia. Era más sencillo tener certeza cuando reducía las cosas a un solo problema. Pero en el momento en que se abrían grietas en mi certeza, las contradicciones se hacían visibles y me desbordada en espiral. Como sugieres, la escala se vuelve demasiado grande para procesar y me sentí abrumado. Hacer esta película fue para mí, no una manera de resolver los problemas en mi mente, sino de reconocer lo abrumadores que son.

AL: Si pensamos en la especificidad situada (de nuevo, Haraway): incluso si estamos compartiendo una crisis de salud, el contexto de cada país, las condiciones del confinamiento, son muy diferentes, ¿podrías compartir la especificidad del confinamiento sudafricano? Existe también la diferencia temporal de los desplazamientos de la pandemia. En cierto modo, una parte del mundo está viviendo nuestro futuro y nosotros su pasado. Aunque el alto nivel de interdependencia entre nuestra economía y la economía estadounidense está presionando a las autoridades para comenzar a hablar de aligerar el confinamiento, todavía estamos en el centro de la tormenta. ¿Cómo está operando allá el dilema entre la salud de la economía y la salud de los trabajadores? Después de la alegría colectiva, ¿cómo estás viviendo el volver a la vida? ¿Hay algo que quieras decirnos o que le dirías a tu yo del pasado que vive el punto álgido de la crisis?

SG: Todos los números y estadísticas que leemos son por país, las fronteras están cerradas y las respuestas de los gobiernos son distintas, en consecuencia nuestra comprensión se nacionaliza y nuestros sentidos de esperanza o consternación se ajustan en concordancia. Es difícil imaginar la experiencia de otro país. En Sudáfrica se predijo que el virus nos devastaría debido a la gran cantidad de personas inmunocomprometidas, la carencia de agua y saneamiento y las condiciones de hacinamiento de las viviendas en las comunidades pobres. Pero hemos sido afortunados. Nuestros números siguen siendo bajos en comparación con otros países, incluso con aquellos cuyos confinamientos son de un rigor similar. Aquí el confinamiento ha sido particularmente estricto. Se prohibieron las ventas de alcohol y, al principio, incluso hacer ejercicio al aire libre estaba prohibido. Al igual que México, aquí hay un desempleo muy alto y la economía tiene un enorme componente informal. Esto significa que el confinamiento realmente golpeó duro aquí. El problema de la economía versus la salud está muy presente y creo que aún está lejos de resolverse.

       Aunque muy poco cambió en realidad después de que abrimos un poco hace unas semanas, el estrés del encierro se había sentido con tanta intensidad que las celebraciones posteriores al anuncio fueron increíbles. Creo que la simple sensación de que las cosas están cambiando y se están moviendo afectó mucho a las personas aquí. Mañana (1 de junio) abriremos más aún y la vida cambiará de nuevo, pasaremos a algo parecido a lo que era antes. Puedo sentir que el estado de ánimo colectivo en mi zona y entre mis amigos se ha avivado. Estos momentos de alegría colectiva son muy importantes en este estado de individualización y aislamiento. Es difícil saber si podemos mantener la apertura y es muy posible que volvamos a políticas más estrictas en las ciudades, que son los puntos críticos de infección. Pero estamos avanzando hacia una nueva fase en la que aprenderemos cómo vivir con el virus como parte de nuestras vidas y nuestra experiencia cotidiana. Si retrocedemos, será difícil y no estoy seguro de que estaré mejor preparado para hacerle frente esta vez.

AL: Tu obra se ha centrado en la relación entre el trabajo, la ética laboral, la subjetividad y la tierra desde la perspectiva del Sudáfrica, pero en fechas recientes también has comenzado a pensar en el cuidado y el trabajo reproductivo. En el video, que se concentra sobre todo en describir tu situación actual, hay una interrupción: un recuerdo de cómo, cuando niño, lograste retrasar el retorno de tu madre al trabajo. Más adelante también estableces una diferencia entre productividad y trabajo remunerado. Un artículo reciente de The Guardian, establece muy claramente lo que todas las madres hemos temido: que una de las consecuencias de esta pandemia “es una potencial constricción a largo plazo de las vidas de las mujeres a la esfera doméstica que deshará el progreso de un siglo que las mujeres han logrado al exigir su acceso a la vida pública”,[1] mientras que al mismo tiempo responden a la demanda de mantener sus niveles de “productividad” en estas nuevas condiciones de trabajo. Esta experiencia, ¿cómo aportó nuevas percepciones a esta nueva línea de trabajo que estás investigando?

SG: Leer ciertas críticas feministas del trabajo, especialmente a Kathi Weeks y Silvia Federici, fue realmente importante para mi pensamiento. Lo que resulta tan interesante de este tipo de crítica es que cuestiona la idea del trabajo en sí. En Sudáfrica, el trabajo es la principal forma de distribución del ingreso, es fundamental para la subjetividad, es una imposición colonial que borró de forma violenta las formas locales de organizar el trabajo y la vida. Es la base de estructura de la inclusión social, sin embargo tenemos un desempleo masivo. Hay un absurdo allí. Creo que tenemos que cuestionar la construcción ideológica del trabajo y esto significa mirar lo que ésta excluye y lo que ésta borra. Un aspecto central de esto es cuestionar la división del trabajo reproductivo del productivo.


       En realidad, fue en México en 2018 que obtuve una nueva visión de este problema. Acababa de terminar un viaje de investigación para un proyecto sobre el despojo de tierras y la restitución en Sudáfrica y estaba ocupado pensando en formas de mantenimiento de la vida fuera del trabajo asalariado cuando llegué. Durante la preparación de mi exposición en Ex Teresa Arte Actual, Al final del trabajo, las curadoras, Virginia Roy y Helena Chávez Mac Gregor, habían tenido hijos recientemente y estaban intentando regresar a trabajar. La hija de Virginia tenía sólo unos pocos meses y fue una presencia constante en la instalación. Les hablaba a ambas acerca del trabajo pero también sobre la maternidad. Esas conversaciones me ayudaron a entender realmente el cuidado como trabajo. La conversación con Helena ahora es un proyecto en curso y, aunque estuve solo durante el confinamiento, al mismo tiempo mantuve un diálogo sobre las presiones de lidiar con niños y trabajar.

       Creo que uno de los problemas más reales en este momento es que el sitio de trabajo ha cambiado, pero no la estructura. Espacialmente, el trabajo y la vida se han derrumbado y, como resultado, ahora es mucho más difícil separar la vida del trabajo, pero esto no es una integración. Más bien, el trabajo ahora puede subsumir la vida con mayor facilidad aún. Al mismo tiempo, en el contexto de este colapso, son las mujeres en su mayoría las que están asumiendo un trabajo de cuidado adicional. Me frustran las conversaciones que preguntan ¿qué podemos aprender de trabajar desde casa y cómo se pueden integrar el trabajo a distancia y las horas de trabajo flexibles en la forma en que se organiza el trabajo en el futuro? Lo que deberíamos preguntarnos es: ¿cómo aceptamos esta estructura de trabajo y la división del trabajo durante tanto tiempo?

AL: …y cuán sintomático, preciso y simbólico es que tu gobierno eligiera el día del trabajo como el primer día de relajamiento del encierro. Gracias, Simon.

[1] Moira Donegan, “This pandemic threatens to undo what generations of feminists have fought for,” The Guardian (21 de mayo de 2020). Disponible en: https://www.theguardian.com/commentisfree/2020/may/21/this-pandemic-threatens-to-undo-what-generations-of-feminists-have-fought-for, consultado el 31 de mayo de 2020.