El teatro como ausencia

Jorge Dubatti



La significativa y bella experiencia que proponen Liliana Porter y Ana Tiscornia (resultado del reflejo inmediato, lúdico, a las instancias iniciales del aislamiento) no sustituye el “viejo” teatro por uno “nuevo”, sino que descarnada, patéticamente pone en primer plano la entidad de la ausencia del teatro: el teatro como ausencia.

Este video es un dispositivo poderoso para expresar el poder del teatro cuando está ausente, cuando no se puede hacer acontecer ese tesoro cultural de la humanidad que es el acontecimiento teatral. Hace sentir esa ausencia como una herida. Contrasta implícitamente todo lo que efectivamente se hace con lo que no se puede hacer por proscripción y no se nombra. Evoca la experiencia teatral desde un callado ahora no podemos hacerlo. No podemos reunirnos territorialmente. No podemos comer juntos. No hay asado virtual (con todo lo que significa el asado real). No podemos practicar el convivio de cuerpo presente, cuerpo a cuerpo, en presencia física. Alta peligrosidad. Y no hay cómo sustituir la presencia física por la presencia telemática. Fracaso del mundo digital si buscaba sustituir. Ni mejor ni peor: diferente.

No poder reunirse territorialmente (es decir, en el convivio: encrucijada territorial geográfica-histórica-cultural, terrena) pone de relieve la soledad. Liliana y Ana me hicieron llorar. Ver a Patricio, a Valeria, a Javier, a Horacio y sólo tocar la pantalla. Liliana y Ana hacen sentir dolorosamente la ausencia actual del teatro. Nadie va al teatro para estar solo. Nadie hace teatro para estar solo. El teatro es una práctica del convivio. Una de las prácticas más maravillosas del humanismo: la instauración de una zona de experiencia donde vivimos, no sólo hablamos o leemos. Vamos al teatro a vivir. El convivio nos vuelve infantes, o mejor dicho, nos reencuentra (nos hace conscientes) de nuestra naturaleza de infantes. Infans: el que no habla. El teatro es experiencia, no sólo lenguaje: el teatro se cuece en el fuego de la infancia. El teatro es inefabilidad. El teatro es ilegibilidad. Cultura viviente, no cristalizable en estructuras in vitro. Puro duelo, pura transformación de la relación con la muerte. El teatro es cuerpo y reunión de cuerpos, en proximidad territorial, terrestre, terrenal, terráquea. No remoto, no transmitido por las máquinas. Afectación de los cuerpos en reunión. Otra cosa es el tecnovivio, que permite la sustracción de los cuerpos presentes y su sustitución por signos. El cuerpo vivo en presencia fenomenológica sustituido por un cuerpo sígnico. El teatro teatra, dice Kartun, enunciando su reomodo. ¿El video, videa; el videoteatro, videoteatra? Otras políticas de la mirada. A todo esto, ni más ni menos, dan entidad Liliana y Ana como ausencia. En su video no importa tanto lo que se ve, sino lo que circula invisible entre las redes de lo que se ve: la ausencia de una experiencia que tanto necesitamos.

Acaso el lugar más nítido de la diferencia es el espectador. La acción de expectar en el teatro. Expectar, en el teatro, es mucho más que lo que marca la etimología: observar atentamente a la espera de algo que va a suceder. El espectador teatral incide en el acontecimiento; hace el acontecimiento tanto como el actor y el técnico-artista. Basta con ver a los antiguos espectadores griegos en la cerámica del vaso de Sophilus. O leer lo que dice Platón de la “teatrocracia”, el poder de los espectadores para sabotear las reuniones teatrales (Leyes, 700c-d, 701a). Quienes hemos participado en varias funciones del “mismo” espectáculo, sabemos que nunca es el mismo espectáculo porque cambiaron las variables del convivio. En uno, el público se estremece, sensible y colaborador. En otro, parece dibujado: vino, pero parece que no vino, parece que no está. Qué diferente el espectador teatral, desde su universo de creación del acontecimiento, respecto de un mero observador. Formas de participación diversas. Insustituibles. No hay River y Boca. No hay competencia. Pluriversos: experiencia teatral, experiencia de video, experiencia del videoteatro. Inteligir sus multiplicidades es parte del teatrar. Universos de participación, como dice John Wheeler: “Existía una antigua idea de que había un universo allí fuera, y aquí estaba el hombre, el observador, seguro y protegido del universo por una plancha de vidrio… Ahora aprendemos del mundo cuántico que, incluso para observar un objeto tan minúsculo como un electrón, tenemos que romper ese vidrio cilíndrico, tenemos que llegar hasta el fondo”. El físico agrega: “La antigua palabra observador simplemente tiene que ser eliminada de los libros, y debemos sustituirla con la nueva palabra participante. De este modo hemos llegado a darnos cuenta de que el universo es un universo de participación”.

El teatro es experiencia territorial, infante, que despliega mundos intraterritoriales (muchos, infinitos mundos dentro del mismo territorio, al menos tantos como actores, técnicos y espectadores en convivio). El video es experiencia interterritorial a distancia (una palabra que hoy golpea ominosa), que por tecnovivio genera un efecto de desterritorialización: la “nube”.

Liliana y Ana ofrecen un dispositivo para percibir, con silenciosa violencia, el teatro como ausencia. Espero que pronto regresen los convivios, no sólo los teatrales, los convivios en las calles, en el templo, en la cancha, en los bares, en las clases, en las casas, para darle un abrazo a los nietos. No quiero llorar más.



JORGE DUBATTI

(Buenos Aires, 1963)



Crítico, historiador y docente universitario especializado en teatro y artes. Doctor en el área de Historia y Teoría de las Artes por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Premio Academia Argentina de Letras al mejor egresado 1989 de la UBA. Catedrático titular regular de Historia del Teatro Universal (carrera de Artes, UBA). Director por concurso público del Instituto de Artes del Espectáculo “Dr. Raúl H. Castagnino”, Facultad de Filosofía y Letras, UBA. Dirige el Proyecto de Investigación Filo: CyT (2019-2021) “Hacia una cartografía bibliográfica de las relaciones teatro/educación artística en la Argentina”. Coordina el área de investigaciones en Ciencias del Arte (AICA), Centro Cultural de la Cooperación “Floreal Gorini”. Fundó y dirige desde 2001 la Escuela de Espectadores de Buenos Aires. Es director general del Aula de Espectadores de Teatro de la UNAM. Ha contribuido a abrir 34 escuelas de espectadores en Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Costa Rica, España, Francia, México, Panamá, Perú, Uruguay, Venezuela. Ha publicado más de cien volúmenes (libros de ensayos, antologías, ediciones, compilaciones de estudios, etc.) sobre teatro argentino y universal. Ha recibido numerosas distinciones: Premio Shakespeare 2014, Premio María Guerrero 2014, Premio a la Excelencia Académica 2015 y 2018 del Rectorado UBA. En 2007 y 2017 recibió el Premio Konex Periodismo-Comunicación (Premio Diploma al Mérito) en las categorías Crítica Literaria y Crítica de Espectáculos Teatro-Danza-Cine.