En torno a esa firma interior, García Ponce orquesta una especie de fuga en espiral de planos de pintura que sugieren espacios enmarcados sucesivamente por otros gestos pictóricos. Los cuadros internos, que se abren como rendijas y que se desgajan en roturas y pinceladas secas, tienen su punto culminante en los goterones y acentos rojos que manchan espaciadamente la tabla. Elementos todos que sugieren un curioso autorretrato, no tanto de la presencia física del autor, sino de su oficio y el goce que a Fernando García Ponce representó lo que su hermano, el escritor Juan García Ponce resumió como “la atracción del vacío y la tendencia natural del artista a luchar contra él”.


FERNANDO GARCÍA PONCE (1933–1987)
G.P. 33, 1981
Collage y acrílico sobre madera
Donación de Sara Sierra, 1990