Con el surgimiento del VIH, términos como “sexo protegido” o “prácticas de alto riesgo” se integraron al vocabulario común. Además del avance en los medicamentos que se administraban como tratamiento para el control de la infección, el desarrollo de fármacos profilácticos cambió la perspectiva de las generaciones actuales en contraste con el alto porcentaje de mortalidad de los años ochenta. La crisis del sida trajo consigo la higienización del sexo: el condón dejó de pensarse primordialmente como un medio de control natal y se transformó en una herramienta común para la prevención de infecciones. Esos cambios contribuyeron a una creciente medicalización, que tiende cada vez más a definir nuestros comportamientos en relación con la definición de hábitos considerados como correctos bajo una perspectiva clínica.